Y EL GALLO DIJO BASTA


… llegada una mañana en que estaba harto de marcar el inicio de los días de un mundo que se guiaba por la inercia y que se alejaba, cada vez más, de lo que se suponía que tenía que ser un mundo. Los peones con chaqueta y maletín que obedecían las órdenes olvidando que ante todo eran personas, las monedas que tintineaban marcando la dictadura del capital, la extraña idea de que para ser alguien había que estrenar cada temporada un look de moda…Al gallo se le erizó la cresta, miró al corral, contuvo su canto y dijo basta. A partir de ese momento despertó a otro concepto de cultura.

domingo

ARTISTA: ¿NACE O SE HACE?



Entro en este gallinero por primera vez, un universo de creatividad se expande frente a mí. Inmediatamente, me asalta una duda: ¿puedo yo también ser creativo?, ¿podemos todos ser creativos? Podría convertirme, de la noche a la mañana, en el Picasso de la primera década del siglo XXI. Así sería un verdadero artista, un Creativo, un creativo con mayúsculas.

Sin embargo, considero no reunir las habilidades del malagueño (no sé apenas francés, me llevaría mucho tiempo) y veo más factible la opción de adherirme a la masa mortal y aspirar a resolver con creatividad mis problemas cotidianos. Esta vía teórica me atrajo bastante cuando la conocí, pero parece que no debo descuidar mi creatividad ni el momento de lavarme los dientes para llevarla a la práctica. Y acaba uno agotándose de cambiar cada vez el sentido en el que mover el cepillo. Ese agotamiento debe ser un síntoma manifiesto de que lo estoy consiguiendo.

El obstáculo principal de la creatividad es la pereza y cuando aparece enseguida me planteo: ¿no sería más fácil haber nacido Picasso y ser un Creativo de serie para no ir aplicando mis artes a cada paso que doy?, ¿por qué no tengo yo esa facultad, cómo se llamaba, el “genio”? Oiga, ¿ese “genio” continúa existiendo o el ser artista no tiene ya nada que ver con ello?

En términos teóricos, el concepto de “genio”, que antiguamente significaba semidiós, se relacionó con el de Arte ya en la Crítica del Juicio de Kant (1790). El artista podía entonces ser descrito por los filósofos idealistas, sobre todo a partir de la estética de Schelling, como una especie de intermediario entre lo Absoluto y la realidad, de intérprete visionario de la realidad trascendente; excluido gracias a su particular don, del encorsetamiento de la vida terrenal.

Años antes, Winckelmann fundamentó las bases de la Historia del Arte moderna y de la Crítica de Arte en la resurrección de los ideales de la antigua Grecia y en la revisión del método historiográfico de Vasari. Su investigación confrontaba a las obras con su contexto político y social, lo que suponía un gran avance. No obstante, su ideal de belleza como concepto único, inmutable y eterno permitió a los idealistas enlazar las teorías de Winckelmann con su visión del artista como genio y con la escuela documentalista, basada en la recopilación masiva de datos al más puro estilo del renacentista Vasari en sus célebres “Vidas”.

En este contexto nació la Crítica de arte como disciplina. La instauración de Grecia Clásica, de nuevo, como modelo y el respeto a la Historia del Arte entendida a la maniera de Vasari (modelo de mitificación de ciertos artistas basado en unas biografías con grandes dosis de inventiva y subjetividad) hicieron que esta nueva disciplina fuese la encargada de elaborar el catálogo de genios dignos de ser admirados y reconocidos eternamente. Artistas, los más afortunados, que en su época vivieron a la sombra de un gran mecenas y otros que ni siquiera habían podido vivir de su creación, fueron elevados al Olimpo y allí se mantienen acompañados de su genio.

No es cuestión de menospreciar ninguna de esas figuras ni de continuar rasgándose las vestiduras porque Van Gogh no vendió un cuadro en vida y para colmo perdió una oreja; pero sí de ser conscientes de que aquella Historia del Arte se fundamentó en una especie de casting con el genio dichoso como juez y parte. Fuese válido entonces, o no, aquel sistema, el problema está en que gran parte de la Historia del Arte actual y con ella la crítica, beben en exceso de aquellas fuentes decimonónicas, absolutamente desfasadas hoy.

Veamos cómo el árbol del Arte ha ido perdiendo algunas de sus hojas en el otoño pasado entre los inicios del XIX y del XXI. Sin remedio alguno se marchitaron y cayeron aquellas que hacían referencia al valor propagandístico una vez aparecieron las ramas de la publicidad más extendida y directa a través de televisión o prensa; aquellas del entretenimiento, más ligado a imágenes en movimiento y, sobre todo, al mundo audiovisual; aquellas de carácter documentalista, sea de índole histórico o científico, sustituidas y aplastadas por la fotografía; o las relacionadas con la decoración, hoy asunto del diseño y de la producción en serie y masificada.

Sin duda, una realidad diferente. Ni la sociedad ni el Arte son los de entonces, pero ¿eso quiere decir que aquellos artistas lo son por la elección de una serie de historiadores y críticos? En realidad, siempre ha sido así, aun hoy día queda bastante de esto. Yo considero un error creer en la existencia de un particular don que distinga a los artistas del resto de la humanidad. Que en los inicios de la Historia del Arte moderna se hiciese así supuso obviar muchas figuras, entre ellas la de la mujer artista (solo recordar a Sofonisba Anguissola o Artemisia Gentileschi); que se continúe haciendo hoy supone un lastre y una pérdida de identidad del mundo del Arte como traductor del pensamiento en imágenes o de reflejo del espíritu de una época.

Un artista no nace, o al menos no nace completo, bello e inmutable. Se forma, se va creando. En otra ocasión intentaré reunir las distintas líneas de pensamiento históricas acerca de la formación del artista. Hoy simplemente quería luchar con mi duda y aspirar a encontrar otras opiniones y puntos de vista. ¡Vaya! En este rato no me he convertido en el Picasso del XXI, pero si que he conseguido “crear” unas cuantas líneas traducidas del caos mental que significa una duda. Parece que se está bien en este gallinero. Volveré.


David Sicilia

3 comentarios:

el gallinero dijo...

Artista se nace, o al menos en mi pequeña concepción del mundo. Se puede ser creativo hasta para limpiar los platos (y el mero hecho de hacerlo en una sociedad que te ofrece la posibilidad de comer en platos desechables o de meter la inmundicia en el lavaplatos para que salga reluciente, es un acto de creatividad porque supone no doblegarse a la ley reinante del mínimo esfuerzo). Pero el problema está en equiparar creatividad y genio. Por ejemplo, hay mucho de mito en la admiración a la Giocconda. Separada del aire y del mundo por un cristal produce "ays" y millones de flashes de los miles de visitantes del Louvre que le ponen los ojos y la cámara encima cada día. Sin embargo hay genio en el cuadro, es innegable. El enigma que transmite se mete entre las costillas y llegar a pensar que admiramos a Leonardo porque unos cuantos críticos nos tienen adoctrinados, me parece incompleto. Es cierto que los críticos han encumbrado al pintor, pero si enfrentáramos a esa obra por primera vez en un rastro y sin firma, no dejaría de impresionarnos.
Por supuesto que hay un componente de formación en los artistas, pero igual que hay niños que comprenden el lenguaje matemático de una manera muy superior a las capacidades propias de su edad, hay niños cuya sensibilidad a la estética dista de la del resto de sus compañeros en el colegio. Su imaginación se desborda en dibujos sobre el pupitre, en el cuaderno, en las paredes del patio. Muchos de ellos llegarán a ser diseñadores gráficos, industriales, textiles, licenciados en bellas artes... muchos serán oficinistas, albañiles, fisioterapeutas... y alguno será artista plástico. La evolución interna y externa de sus capacidades junto a su entorno determinarán el camino que sigan sus pasos, pero lo que resultará innegable es que las capacidades estéticas estaban ahí desde la infancia.
Pues mi teoría es que una vez entre un millón nos encontramos ante una sensibilidad extrema, unas capacidades privilegiadas. Entonces, si hay suerte y nada se tuerce, esa personita evolucionará hasta convertirse en Virginia Woolf, Richard Avedon o Ignacio Pinazo. Si la suerte es absolutamente generosa, tendremos a un Gaudí, un Picasso o a un John Lennon.
La creatividad de estos personajes es de sobra conocida y poco tiene que ver con la que aplicaban, probablemente, a sus quehaceres cotidianos. El "arte" de sus obras era uno y el que aplicaban en su lucha con el día a día era otro. Éste último pertenece a ese tipo de creatividad que podemos ejercitar todos a la hora de solucionar los problemas y retos que supone respirar cada día.
Lo bueno de las nuevas tecnologías, los blogs y la democratización del arte, es que permiten recordarle al niño esteta que se quedó en oficinista que aún tiene un hueco y una herramienta para seguir desarrollándose. Quizá no alcance el genio de algunos de los grandes nombres del arte, pero es maravilloso pensar que podrá dar rienda suelta a esa creatividad innata que ató en su día.


María García Torres

Anónimo dijo...

Con respecto a si el artista nace o se hace, me parece que efectivamente nace...En un momento de mi vida estuve obsesionado intentando averiguar qué era lo que diferenciaba a los grandes creadores de los que pasamos sin pena ni gloria, de los que nos quedamos en el camino...Es obvio,los que poseen el don creativo y además lo arriesgan todo, los grandes de espíritu sienten,sintieron y sentirán,la necesidad vital de la creación...A veces su alma se desliga de su cuerpo para no regresar, para no volver.Aquel armatoste de huesos les molesta les
impide crear, en definitiva ser libres.Les ata a la tierra, a sus miserias, de donde ellos no son mas que huéspedes.Poseen un óptica que se nos escapa a los terrestres.Ven mucho más y mejor.Sólo así se puede entender con qué sensibilidad Pinazo pintaba flores, o la candidez única que transmitía al pintar la niñez.Y así con John Lennon,Bukowski ,Vila-Matas,Ernest Heminway,Tolstoi...
Creo que la diferencia entre cualquiera de ellos y cualquier personaje gris de las torres Kio es evidente...Esto no quiere decir que no se pueda ser creativo sin ser un genio, pero, efectivamente, pertenecen a otra categoría...

Anónimo dijo...

Releo los comentarios cuando ya pasaron bastantes días desde que se escribieron y aun me inquieta un aspecto en el que no comparto opinión con María. El ejemplo de la Gioconda es justo uno de mis preferidos. (http://www.generativedesign.com/tesi/019/GIOCONDA.JPG).

Quizás sea porque, como licenciado en Historia del Arte, se me pueda considerar un artista frustrado y sienta envidia del enorme éxito de Leonardo. Pero no es así, nunca he querido ser artista plástico. Así que alejado de envidias y otras malicias humanas, veo a la Gioconda como uno de los cuadros más sobrevalorados de la Historia de la pintura. De hecho, entre "ays" y flashes bastante gente queda decepcionada ante, por ejemplo, las reducidas dimensiones de un cuadro que imaginaban fastuoso. Además, el largo trayecto por el Louvre hasta llegar a su clímax particular supone un desgaste para el visitante interesado en el mito, hasta el punto de no tener ni siquiera ganas de soportar los codazos y empujones necesarios para aproximarse a la obra, para colmo, enclaustrada en su doble y gruesa coraza de cristal blindado.

Si la Gioconda no se hubiese visto favorecida por el morbo de lo desconocido, de si era el propio Leonardo travestido o de por qué el pintor llevaba el cuadro enrollado (algo nada extraordinario en el transporte de obra renacentista), sería simplemente un pequeño retrato de Lisa Gherardini y que seguramente no estaría a la altura de otros magistrales retratos de la época como el de Federico de Montefeltro y su esposa, obra de Piero della Francesca, superior en calidad pictórica e inferior en mito y leyenda (http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/8/86/Piero_della_Francesca_044.jpg).

Por último, otro abuso más de las comparaciones. Compartiendo sala en el Louvre con la Mona Lisa, se sitúa una de las más impactantes composiciones de todo el museo, tanto por su tamaño como por su prodigiosa acumulación de caracteres y detalles. ( http://www.tigtail.org/L_View/TIG/TVM/X1/c.Mannerism/veronese/veronese_marriage_at_cana-xl.1563.JPG). Las Bodas de Caná, de Veronés. Descontextualizando ambas obras, para mí, la diferencia en cuanto a penetración intercostal es abismal.